sábado, 27 de agosto de 2016

UN CAFÉ EN EL JARDÍN

La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.
François Mauriac (1905-1970) Escritor francés.


Ya pasaron diez años y como todos los días en la mañana me sorprendo sentado en la mesa del jardín con dos tazas de café servidas al despuntar el día.

Es que olvido que no estoy con ella, o ella conmigo. Estoy solo, y mis por qué no encuentran otra repuesta distinta a la de que así es la vida, y que la muerte es parte de ella.

Pasaron diez años y mientras está dormida en el cuarto pienso en preparar dos tazas de café molido.

Me parece verla llegar al jardín para saborearlo, mientras mira mi silla vacía. El jardín está marchito esperando que lo riegue y sus ramas que las pode, pero ahora está tan seco como mi propio corazón perdido.

Su tasa, sorbo tan sorbo va quedando vacía, igual que yo, que sin ella estoy vacío.

Termina y recoge las tazas, una llena, otra vacía. Es que también olvida que hace diez años, ya no está con ella, ni ella sin él.

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